Antonio Chiavetti

El pintor de la Antártida, de los murales, gran expositor y etc.

Libre y seguro de si mismo, expresó su pasión pintando con técnicas depuradas y colores vibrantes, temas con los que se comprometió profundamente y resolvió con pinceladas de trazo fuerte.

Exploró estéticas antiguas y vanguardistas, para encontrarse a si mismo, consciente de las infinitas posibilidades de la sinceridad frente a la obra.

Tuvo una posición abierta, ánimo precursor y equilibrado entre lo instintivo/visceral y lo intelectual, entre lo sensible y lo pensado, entre el espíritu y la materia. La revista Arte al Día dijo de él:
"La trayectoria de Antonio Chiavetti está definida por su audacia. No solo por haberse consagrado como el primer pintor argentino en embarcarse a la Antártida en 1965, sino también por haber sido un gestor cultural que no se dejó vencer por las críticas y las sanciones de los más conservadores." Su dirección del Salón Peuser y la posterior apertura de su propia Galería Antú (1948 - 1952) evidencian la lúcida visión renovadora con la que enmarcó sus quehaceres culturales.
El colorido de su obra, algunas enmarcadas y otras "desvestidas" nos hablan de una obra tan prolífica que causa admiración.

Las distintas temáticas que abordó fueron: El Tango, La naturaleza - El Campo - El Mar /Océano - Los Témpanos, Las Figuras Humanas/Retratos. Cabe destacar su trabajo en Murales, como el hecho en el altar de la Iglesia San Roque de Villa Insuperable en La Matanza; de corte social/religioso (que luego fuera tapado por un sacerdote en desacuerdo con que apareciera “gente común”); los hechos en cafés de la ciudad como “El Pucará café”, hoy desaparecidos. Esta vida prolífica estuvo plena de presentaciones, exposiciones y charlas."

El Taller

  • El Taller donde pintó Antonio conserva sus caballetes, paletas que usaba para pintar sus cuadros emblemáticos
  • Lo que marcó a Antonio fue el viaje a la Antártida, Islas Malvinas y Tierra del Fuego, que plasmó en una colección muy extensa, muchos pintados in situ, con los dedos que se le congelaban por las bajísimas temperaturas de esos territorios; cuenta una anécdota que el capitán lo obligaba a volver a ponerse los guantes protectores.

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